Respuesta a un aviso oportuno (oportunista):  réquiem por la democracia de Krauze

Comité Editorial de Koinonia Politike

El 7 de marzo de 2018, en pleno año electoral, apareció un aviso oportuno en el lugar menos esperado: el New York Times. Parecía que Enrique Krauze había salido a las calles de Manhattan a anunciar su más reciente producto al estilo de los pepenadores de la Ciudad de México: comprando y vendiendo chatarra. En esta ocasión, Krauze ofrece su muy humilde interpretación sobre la catástrofe que representaría la victoria de Andrés Manuel López Obrador en las próximas elecciones presidenciales: “¿El fin de la democracia mexicana?”

El “artículo” semeja más un aviso oportuno que un ejercicio periodístico serio. En él, Krauze, expone su más profundo miedo: una elección democrática en México. Su publicación no es casual, corresponde a un contexto electoral inmediato en el que los candidatos con los que él simpatiza y que concuerdan con su visión “modernizadora” (Ricardo Anaya, quelle surprise!), van perdiendo en las encuestas. Ante esta situación, el autoproclamado paladín liberal reza de rodillas al norte por un milagro

¿Qué milagro pide el plañidero Krauze? No es poca cosa. De un lado pide, en caso de que se cumpla este “mal augurio” y lleguen galopando los cuatro jinetes del “apocalipsis de la neonata democracia” mexicana, que el establishment norteamericano le otorgue la investidura de principal de intelectual opositor en resistencia al régimen de AMLO, como antes ya se lo han otorgado a otros renombrados “próceres” como Leopoldo López, Mario Vargas Llosa, Felipe González, José María Aznar y ―cómo olvidarlo―, su propio padre político e intelectual: Octavio Paz. En caso contrario, lo que busca Krauze es que ese mismo establishment convalide el fraude electoral que ya se anuncia con los miles de millones de pesos desviados del erario público (a través de estafas maestras, acuerdos ilegales con OHL, Odebrecht y Sedesol, salarios rosas y Rosarios Robles) para beneficiar a alguno de los dos principales contendientes de López Obrador. ¡Menuda democracia que vive en la cabeza de Krauze!

Esta artimaña de Krauze no es nueva, no es suya, no es original y, sobre todo, no se sostiene. Veamos con un poco más de detenimiento:

1) Krauze inicia su rosario manifestando un preocupante conflicto edípico: “lo que puede estar en juego no es sólo un cambio en el gobierno, sino también un cambio en la naturaleza misma de la democracia liberal que México ha construido desde el inicio del siglo”, es decir, que la democracia liberal mexicana empezó con Vicente Fox (2000-2006). Aquí es donde comienzan a manifestarse sus daddy issues, porque en 1988, Octavio Paz cortó el listón que inauguró la “nueva era de la democracia y la modernidad plural”, surgida del fraude electoral que impuso a Carlos Salinas de Gortari en la presidencia de México.[i] Al margen de que Krauze contradiga a Paz respecto a la fecha inaugural de la “democracia liberal mexicana”, en realidad, el argumento de Krauze exhibe profundas contradicciones, como la de que, al mismo tiempo que ―tanto Paz como Krauze― hablan de la modernidad como pluralismo ideológico, este último promueve el autoritarismo político como única solución a una posible victoria electoral de López Obrador y asimismo, la cancelación de toda disidencia y diferencia que frene el proceso a la modernidad. Entonces, si Anaya gana hay democracia (porque “el PRI merece perder”, aunque Krauze no temería por la democracia si Meade llegase a la presidencia), pero si gana AMLO, la democracia se acaba definitivamente.

2) Más alarmante aún es el hecho de que situaciones tan graves de la realidad mexicana como “el magro crecimiento económico […], la persistente pobreza y desigualdad […], la violencia, la inseguridad, la impunidad y la corrupción” que son las detonantes del descontento social, sean consideradas por Krauze apenas como desviaciones del proyecto modernizador. En realidad, estas “imperfecciones” no son sino resultados necesarios de la aplicación de un modelo económico liberal de mercado, en el que sólo unos cuantos disfrutan de la modernización, es decir, aquellos que sí ven sus intereses representados en las instituciones del Estado. Por tanto, todo aquello que obstaculice o se oponga al desenvolvimiento pleno del proyecto debe ser removido.

3) Cuando Krauze no actúa como inquisidor ofrece sus servicios como oráculo. En caso de ganar Andrés Manuel, vaticina un desastre: “un retroceso de la apertura al capital privado nacional y la inversión extranjera en la producción de petróleo, así como también la protección de la economía nacional de la competencia internacional”. Por si fuera poco, Krauze anuncia que AMLO suprimirá la división de poderes mediante el uso de instrumentos democráticos como el plebiscito y el referéndum, censurará la prensa y anulará la autonomía de instituciones como el Banco de México y el Instituto Nacional Electoral.

En primer lugar, la apertura indiscriminada al capital privado y a la inversión extranjera, especialmente en el sector petrolero, no sólo anula de facto y de jure el remanente de soberanía que le quedaba a la Nación sobre el territorio y sus recursos, sino que este proceso pone en riesgo las condiciones de posibilidad de la reproducción futura del país al depredar el medio ambiente, la salud y los derechos humanos de los mexicanos. En segundo lugar, ¿no representa el asesinato y represión de decenas de periodistas y cientos de activistas defensores del territorio y de los derechos humanos a manos de los dos gobiernos panistas y el actual priísta una situación que atenta contra la libertad de prensa, de asociación y de protesta democrática? Entonces, es pertinente preguntar por qué una situación potencial imaginada por Krauze ―y otros como él― es más preocupante que la actual.

Por otro lado, el supuesto profesionalismo de las instituciones electorales y económicas a las que se refiere Krauze como productos de la modernidad liberal pierde legitimidad  cuando se contrasta con su conducta práctica en el ejercicio del poder.  Basten dos ejemplos al respecto: las palabras de Lorenzo Córdoba ―consejero presidente del INE―, al burlarse de la forma de hablar de los indígenas y del dolor de los padres de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, desaparecidos por agentes del Estado. El otro es la supuesta autonomía del Banco de México que, en realidad, esconde la subordinación financiera del país a las decisiones de la Reserva Federal de Estados Unidos. De la Comisión Nacional de Derechos Humanos (curiosamente omitida por Krauze), mejor ni hablamos.

Ya expuestas las ilusiones que Krauze quiere vender a sus lectores (y potenciales clientes) sobre la realidad de México, hablemos del molino quijotesco contra el que propone combatir: Andrés Manuel López Obrador. Para empezar, aquí Krauze no argumenta, sino que sólo descalifica con adjetivos: AMLO es mesiánico, carente de autocrítica, antidemocrático, autoritario y sus seguidores son fanáticos miembros de un culto cuasi religioso. Pero no faltará algún lector que se pregunte: ¿es realmente López Obrador todo aquello que dice Krauze que es? Nosotros pensamos que no, pero también tenemos algo que decir sobre ese candidato. Aunque la opinión popular lo favorece, ni su figura ni su propuesta política están exentas de contradicciones, algunas de ellas graves: su alianza con partidos de derecha y con actores políticos severamente impugnados por su corrupción y su incongruencia, sus posturas transigentes frente a las reformas estructurales neoliberales y su incorporación y adopción de posturas antes consideradas irreconciliables con su proyecto político. Todo ello supone un corrimiento del candidato de “izquierda” hacia el lado opuesto del espectro. Justo aquí es donde se exhiben mejor los límites del discurso de Krauze: para él, López Obrador representa a la izquierda y al asumirlo así, la excluye efectivamente de su análisis. Paradójicamente, coincide con López Obrador cuando este último se proclama de izquierda. Al parecer, AMLO es más cercano a Krauze de lo que éste último quiere creer, pero su diletantismo le impide verlo. En México, hay mucha gente y muchos sectores que defienden posturas más radicalmente de izquierda que AMLO o, para el caso, cualquier otro candidato a la presidencia. El problema de la superficialidad del análisis de Krauze radica en que es incapaz de reconocer diferencias, matices y propuestas en la izquierda porque éstas son rápidamente (y equivocadamente) descalificadas con el término totalizador y totalitario de “pejezombie” o “chairo”. Para Krauze, toda la izquierda es monolítica, homogénea y partidista. Al afirmarlo, abandona su tan manoseado discurso de “pluralismo democrático”, pergeñado por Octavio Paz para justificar la violencia política del Estado, entre otros, hacia la izquierda.

No es de sorprender entonces que Krauze se haya confundido de interlocutor si no puede distinguir con qué mano escribe: si con la izquierda o la derecha. Su intención es la de vender su discurso como intelectual al servicio del régimen. Krauze no es otra cosa que un vendedor de un “producto milagro” (o mejor dicho, un producto chatarra) que, a final de cuentas, es dañino para el que lo consume, empezando por la democracia. El objeto que Krauze pone a la venta es un fraude, un engaño a todas luces. El problema no es si vamos a llegar al fin de la democracia mexicana con López Obrador; el problema es que nunca podremos llegar a ella mientras existan políticos como los que tenemos hoy en México e intelectuales autoproclamados como la élite de los árbitros morales, al frente de los cuales quiere colocarse Enrique Krauze.

En su obcecación, Krauze es incapaz de aceptar aquello que teme que desaparezca ―la democracia―, pues su florecimiento podría ocurrir sin necesitarlo a él ni a su discurso. La otra opción, la de una democracia sustentada en la voluntad de la gente y plasmada en el artículo 39 de nuestra Constitución, puede no gustarle, pero es perfectamente posible.

 

[i] Octavio Paz, “Ante un presente incierto”, en Sueño en libertad. Escritos políticos, México, Seix Barral, 2001, pp. 215-230.

 

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