LA TODOPODEROSA TECNOLOGÍA DE MICHIO KAKU Y EL FUTURO DEL CAPITALISMO.

Autor: Héctor Muñoz Ramírez

Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos pensado en el futuro. Es normal que mientras  se desempeñan nuestras actividades diarias como estudiar o trabajar, nos preguntemos sobre el  futuro que le espera a nuestra persona, así como también sobre el de la sociedad en su conjunto  cuando vemos las noticias diarias que, actualmente, no motivan una esperanza desbordante. A  pesar de todo, el imaginar el futuro de la humanidad ha sido un ejercicio que ha fascinado a cuantas personas se han interesado en ello desde hace siglos. El único límite ha sido la  imaginación.

Inevitablemente, conforme han sucedido las épocas históricas, el aspecto del futuro distante se  ha relacionado de manera íntima con el avance imparable de la tecnología. Es común que ante  la pregunta de cómo podría ser el futuro, se responda haciendo alusión a las facilidades que obtendremos en la vida debido a los avances técnicos en variados aspectos. Al pensar en el futuro, entonces, la tecnología es un aspecto central a considerar y actualmente, en una época de
desarrollo acelerado de la misma, este vínculo se intensifica y da material a numerosas predicciones, obras de ciencia ficción y ensayos.

La imaginación ha dado lugar a curiosas especulaciones sobre el futuro, que han consistido básicamente en pensamientos sobre probables adelantos tecnológicos. Arriba, algunas ilustraciones de diversos artistas franceses a inicios del siglo XIX en las que se plasmó cómo sería el mundo en el año 2000. Estas ilustraciones se mostraron en la Exhibición Mundial de París de 1900. Fuente: https://publicdomainreview.org/collections/france-in-the-year-2000-1899-1910/

Una de las personas que se ha aventurado al campo de la futurología ha sido el famoso físico  Michio Kaku. El señor Kaku es, sin exagerar, una de las estrellas pop de la divulgación de la ciencia: de ascendencia japonesa, estudió física en Harvard, es catedrático en el City College de Nueva York y es considerado uno de los fundadores de la Teoría de Cuerdas. Es conocido por sus programas de radio y televisión divulgativos, apariciones en noticieros, videos en Youtube y también por sus best-sellers sobre diversos temas relacionados con la ciencia (http://mkaku.org/home/about/).


“Michio Kaku: The Universe in a Nutshell”

En 2012, se publicó su libro Física del futuro: cómo la ciencia determinará el destino de la humanidad y nuestra vida cotidiana en el siglo XXII. (Ed. Debate). En él, Kaku se lanza a  imaginar un futuro en el que la tecnología ha avanzado en formas inimaginables para los estándares actuales (aunque siempre apegadas a los principios de la física) y en su imaginación llevada a las nubes, habla de cómo ésta transformaría nuestras vidas en el año 2100. Los ámbitos en los que el autor se propone adentrarse en esa obra son variados, y cada uno corresponde más o menos a un capítulo: se habla del futuro de las computadoras, de la Inteligencia Artificial (IA), la medicina, la nanotecnología, la energía, los viajes espaciales y, antes de hacer una reflexión sobre la humanidad futura en general, reflexiona sobre el impacto de la tecnología futura en el problema de la riqueza, es decir, en la economía (Cap.7). La cuestión es que las predicciones de Kaku en este campo son, por decirlo de alguna manera, harto problemáticas, y merecen una reflexión más profunda sobre la base de la que parten y su significado.

Los problemas inician apenas unas páginas de haber comenzado el libro, en la Introducción, donde el autor hace referencia al problema de las opiniones “inexpertas” que han motivado algunos intentos por imaginar el futuro:

Ya sé que se han realizado numerosos intentos de predecir el futuro, muchos de ellos útiles e ingeniosos. Sin embargo, quienes han escrito sobre este tema son en su mayoría historiadores, sociólogos, autores de ciencia ficción y “futurólogos” en definitiva, sin tener un conocimiento directo de la ciencia en sí misma. Los que no son profanos en la materia, es decir, los científicos que realmente están creando el futuro en sus laboratorios, se encuentran demasiado ocupados haciendo progresos y, por lo tanto, no tienen tiempo para escribir libros de divulgación sobre el futuro” (p.17-18).

¿Científicos sociales y literatos escribiendo sobre el futuro? ¡Que locura! Afortunadamente,  Kaku está aquí para regresar el control de la imaginación a “la sociedad de los especialistas”, como diría Iván Illich:

Esta es la razón por la cual este libro es diferente. Espero poder transmitir la perspectiva del experto al explicar cuáles son los descubrimientos prodigiosos que nos esperan, y proporcionar así una visión auténtica y autorizada de lo que será el mundo en 2100. (p.18, subrayado propio).

Importante mencionar es que la postura general de Kaku respecto al tema del futuro y la tecnología es, por decir poco, optimista:

Nuestro destino para el año 2100 es igualarnos a los dioses que en otro tiempo adorábamos y temíamos. Pero no nos valdremos de pociones y varitas mágicas, sino de la informática, la nanotecnología y sobre todo, la teoría cuántica, que es el fundamento de todas las tecnologías anteriores” (p.26)

Para Kaku, está en proceso de gestación el surgimiento de una “civilización planetaria” debido al desarrollo tecnológico, que es, al parecer, una fuerza natural independiente con vida propia, alrededor de la cual sucede todo pero que tiene algunos “detalles”: Ahora bien, ¿adónde nos conducen todos esos cambios tecnológicos? ¿Dónde está el destino final de este largo viaje a la ciencia y la tecnología?

La culminación de toda esta efervescencia es la creación de una civilización planetaria, lo que los físicos llaman una civilización del tipo I (…) Cada titular que encabeza las noticias refleja, en cierto modo, los dolores de parto de esta civilización planetaria. El comercio, la industria, la cultura, el lenguaje, los espectáculos, las actividades de ocio e incluso la guerra están experimentando una revolución a causa de la emergencia de esta civilización planetaria” (p.27)

El autor, en su infinita emoción, hace una reverencia a la omnipotencia y a lo eterno del Dios Ciencia-Tecnología, invitándonos a no oponernos a su voluntad para no caer en la locura y la destrucción:

A menos que sucumbamos a las fuerzas del caos y la insensatez, la transición a una civilización planetaria es inevitable, porque esta es el producto final de las enormes e inexorables fuerzas de la historia y la tecnología, que están más allá de todo control”
(
p.28)

Las citas textuales mostradas hasta ahora dan una idea sobre lo problemático en las nociones de Kaku, quizá nubladas por su mente de científico “exacto”. Sin embargo, la crítica tendrá que esperar hasta que se haya hablado del capítulo en cuestión, esto es, el que se refiere al futuro del capitalismo1. La justificación de esto es que la comprensión que el autor tiene sobre las fuerzas tecnológicas se encuentra muy ligada a su comprensión de la economía, aunque no se manifieste esta relación a primera vista. Procedamos, pues, a lo que nos concierne en este momento.

Se puede decir que el problema fundamental con la economía que Kaku tiene en mente es que entiende ésta en el marco del pensamiento económico ortodoxo, es decir, únicamente como un problema técnico de asignación eficiente de recursos escasos. En su concepción de la economía, la ciencia y la tecnología son una fuerza que sigue una lógica propia, en la que no intervienen factores sociales, históricos y políticos sino que únicamente se permite o no “su libre desarrollo”, es decir, “aceptándola o rechazándola”. Esto se ejemplifica en el inicio del capítulo, cuando el autor habla sobre el ascenso y la caída de los grandes civilizaciones a lo largo de la historia. En el año 1500, argumenta, cualquiera diría que Europa sería la zona menos “desarrollada” del mundo debido a su “fundamentalismo religioso, los procesos contra las brujas y la Inquisición”, a diferencia de regiones como China y el Imperio Otomano, que habían creado importantes aportes técnicos e intelectuales. Todo cambió cuando en Europa se presentó un cambio (abrupto y espontáneo, al parecer) al girar la prioridad hacia “la física de Newton y la química de Dalton” y menos hacia la Biblia. Las regiones orientales se durmieron en sus laureles (la religión) y Occidente los rebasó. ¿Simple? Para Kaku todo el proceso es muy claro:

La respuesta a la pregunta “¿Qué sucedió?” está clara. Sucedió que la ciencia y la tecnología emergieron. La ciencia y la tecnología son los motores de la prosperidad. Por supuesto, el ser humano es libre de optar por ignorar la ciencia y la tecnología, pero sabiendo a qué se arriesga. El mundo no se detiene porque nos pongamos a leer un texto religioso. Quien no domine el último grito en ciencia y tecnología tiene que saber que sus competidores lo harán” (p.319, subrayado propio).

Tomando su explicación, Europa “eligió” la tecnología y por eso la Revolución Industrial tuvo lugar allí. El dominio por parte de los científicos europeos de “las cuatro fuerzas” que “explican
todo lo que nos rodea”: la gravedad, la electromagnética, la fuerza nuclear débil y la fuerte, hizo posible el adelanto y lo social consistió solo en el “espacio” en donde sucedió la transición, “permitiéndola”:

Si analizamos la historia del mundo a partir de 1500, está claro que Europa estaba madura para el gran paso que iba a dar, tras la decadencia del feudalismo, el ascenso de una clase burguesa y la irrupción del Renacimiento. Sin embargo, los físicos vieron esta
gran transición a través de las lentes de las cuatro fuerzas fundamentales que gobiernan el universo (…)
Es posible que el cambio en las tendencia sociales ofreciera el escenario adecuado para esta transición, pero fue el dominio de estas fuerzas en Europa lo que finalmente impulsó a este continente hasta situarlo en cabeza, por delante de todas las potencias mundiales”  (p.319, subrayado propio).

 

Lo que el distinguido científico no toma en cuenta debido a su metodología positivista – y que resultará en una de las principales debilidades de su argumentación – es que el desarrollo de la tecnología es, en sí mismo, un proceso social históricamente determinado. Europa no “eligió” la tecnología: sus condiciones históricas, acordes a la matriz económico-social propia del feudalismo, propiciaron el surgimiento de una clase social que necesitaba del desarrollo de la ciencia para desempeñar sus funciones. La actividad científica de esa época no surgió en un proceso paralelo al social, sino que formó una parte de éste. Tener en cuenta lo unitario del proceso de producción en el capitalismo permite comprender que la tecnología no es un campo del que la gente “abuse”, “se aproveche”, “rechace o acepte”, que simplemente se pone sobre la mesa de la sociedad para ésta decida cómo usarla, si para bien o para mal. Pensar en la economía como problema solamente técnico, paralelo a la investigación científica que es “autónoma”, lleva a hacer afirmaciones sin sentido que generan entendimientos de la realidad parecidos a separar el avanzar de la acción de moverse; al referirse a la última crisis que estalló en 2008 y a las causas de ésta que enumeran los economistas, así como a las voces que afirman que “el sistema tiene algo que se está agrietando por su base”, Kaku otorga al problema la perspectiva de la ciencia exacta pura y dura:

Sin embargo, yo veo la gran recesión de una manera diferente, a través de la lente de la ciencia. A largo plazo, la ciencia es el motor de la prosperidad. Por ejemplo, The Oxford Encyclopedia of Economic History cita estudios que “atribuyen el 90 por ciento del crecimiento de la renta desde 1780 en Inglaterra y Estados Unidos a la innovación tecnológica, no a la mera acumulación de capital”” (p. 324, subrayado propio).

Leyendo la cita anterior, se muestra que poner énfasis en las mejoras en la asignación eficiente de recursos corta de tajo la complejidad del proceso social productivo, convirtiéndolo en algo incomprensible y fragmentario; en realidad, es la acumulación de capital la que ha motivado en primer lugar el acelerado desarrollo de las fuerzas productivas para aplicarlo a los procesos productivos. La innovación tecnológica es un proceso que se genera por la propia dinámica de la acumulación de capital, que implica competencia entre capitales y motiva la disminución de costos: no son fenómenos independientes que coinciden por casualidad. Como dice Adolfo Sánchez Vázquez en su Filosofía de la Praxis (Ed. Siglo XXI, 2013):

En nuestros días, la vinculación entre la ciencia y la producción como forma específica de la unidad de la teoría y la práctica es tan estrecha que si bien la producción se ha convertido en vigorosa fuente de su desarrollo, el enorme incremento de las fuerzas productivas de nuestro siglo sería inconcebible sin el correspondiente progreso científico. La ciencia no sólo sirve a la producción a modo de una fuerza extraña a la  que ésta recurre, sino que está en la entraña misma de ella, de sus instrumentos, de sus máquinas, como objetivación o materialización de lo teórico en el proceso productivo
(p.298, subrayado propio).

Si no es así, entonces las crisis financieras son meras obras de “gente irresponsable” que se aprovecha de las bondades de la tecnología, como explicita Kaku, y entonces son un problema de “ubicación de excedentes”: a través de “oleadas tecnológicas”, se crea un “extra” de producción por el uso de las innovaciones en el proceso productivo y éste da lugar a que “personas sin escrúpulos” especulen con ello, provocando catástrofes económicas y sociales:

Más recientemente hemos tenido la tercera gran oleada de la ciencia; la llegada de la alta tecnología, en forma de ordenadores, láseres, satélites espaciales, internet y la electrónica. La fabulosa riqueza creada por la alta tecnología tenía que ir a parar a algún
lugar. En este caso, se fue al negocio inmobiliario, creando una enorme burbuja (¿?) (…) Los banqueros carentes de escrúpulos inflaron esta burbuja concediendo hipotecas a manos llenas (…) En definitiva, esta nueva burbuja no pudo sostenerse, y hemos sufrido el crac de 2008 y la gran recesión” (p. 326)

Más adelante, el científico se hace una pregunta sobre la que vale mucho la pena reflexionar: ¿cómo afectará el avance tecnológico al trabajo? Reconoce que no todo es miel sobre hojuelas: en toda revolución existen “ganadores y perdedores”. El desarrollo tecnológico terminará definitivamente con los trabajos que consisten en tareas repetitivas – dice- y por otra parte, los ganadores serán aquellos cuyo trabajo consista en tareas que requieren “sentido común” y no se basen en un patrón determinado, aunque sean manuales, como por ejemplo los albañiles, los policías, los jardineros, los plomeros y los trabajadores de la basura. Optimista, afirma que para los trabajadores no-manuales el proceso resultará en una enorme explosión de creatividad (que el mercado deberá siempre validar, por supuesto):

(Así), entre los trabajadores que no realizan trabajos manuales, los ganadores serán aquellos que puedan aportar un sentido común que resulte útil. Se trata de trabajadores capaces de ofrecer creatividad: trabajo artístico, actuación, humor, creación de programas informáticos, liderazgo, análisis, ciencia, en definitiva, las cualidades que “nos hacen humanos”” (p. 329).

 

En el campo del ocio, el mercado “democratizará” y recompensará a aquellos individuos con cualidades notables: Las estrellas de la música podrán ser elegidas de una manera más democrática, a través de una tecnología y unas fuerzas de mercado que fomentan la discusión libre…” (p.331). Toda la confusión que podrían generar estas afirmaciones se reducen a una sentencia que para Kaku refleja el cambio de fondo en la naturaleza misma del capitalismo, de la que al parecer tiene una comprensión confusa: “la transición del capitalismo de mercancías al capitalismo intelectual” (p. 337). Hubo una época, casi en la prehistoria, en la que “la riqueza se medía en mercancías o productos”. Todo eso está cambiando, acercándonos al futuro:

Lo que está sustituyendo al capitalismo de mercancías es el capitalismo intelectual (…) Como ha dicho Lester Thurow, economista del MIT: “Actualmente, el conocimiento y las destrezas son las únicas fuentes de beneficio comparativo (…) Silicon Valley y Route 128 están donde están simplemente porque es ahí donde se encuentra la capacidad intelectual. No hay ninguna otra razón” (p.337-338, subrayado propio).
La imaginación del autor de este libro ha dado un salto cuántico hacia el futuro: hasta el mismísimo punto en el que parece que llegaremos a ser entes carentes de necesidades materiales. Parece ser que el futuro será tan moderno que los ingenieros se comerán su software, los actores se comerán sus películas (metafísicamente, porque la producción material habrá sido superada), los músicos se comerán sus canciones y los diseñadores, sus diseños. Mientras que esto podría ser un interesante relato de ciencia ficción, la verdad es que mientras exista el capitalismo éste sera mercantil, no importa si es “intelectual” o no.

Si bien actualmente los servicios tienen una enorme importancia, ninguno de éstos podría mantenerse sin la producción de mercancías físicas, por más básicas que éstas sean: los ingenieros necesitan computadoras para producir software, los músico necesitan instrumentos para crear música, los actores necesitan cámaras para ser grabados y los diseñadores necesitan lápices, y las empresas que venden estos seguirán obteniendo ganancias. El capitalismo mercantil “físico” nunca será superado mientras éste exista porque la producción física es una condición de su existencia. Como sea, la producción derivada del “conocimiento” también es una mercancía: un software es un trabajo intelectual pero se vende en el mercado y tiene un precio. El ser humano mismo es un ser pensante e intelectual, pero se vende y se compra como una mercancía en el mercado de trabajo. El capitalismo, por definición, es mercantil.

Fantasías como la anterior han dado origen a auténticas afirmaciones de origen místico, como la que cita el autor en su propio texto:

Como escribió el economista y periodista británico McRae: “Los viejos motores del crecimiento (la tierra, el capital y los recursos naturales) ya no tienen importancia. La tierra significa poco, ya que el aumento del rendimiento agrícola ha posibilitado la producción de una cantidad de alimentos muy superior a la que necesita el mundo industrial. El capital ya no importa, porque, pagando cierto precio, está disponible en los mercado internacionales en cuantías casi infinitas para financiar proyectos que sean rentables (…) Estos activos cuantitativos, que tradicionalmente han hecho ricos a los países, están siendo sustituidos por una serie de características cualitativas, que se reducen a la calidad, la organización, la motivación y la autodisciplina de los habitantes del país…”” (pp. 342-343)

Las capacidades del razonamiento del economista promedio llegan a suposiciones insospechadas: el capitalismo ya no necesita al capital. ¿El edificio, los empleados y las herramientas que Google utiliza para mantener su buscador en funcionamiento no son capital? ¿A la industria automotriz ya no le interesa el lugar donde tenga el mejor acceso al agua? ¿Y si el capitalismo ya no necesita al capital, qué son las empresas mismas? Lenin se quedó corto: existe una fase “más superior” del capitalismo, que en realidad no es porque en ella éste no existe.

La mira está tan estrecha, que los efectos tecnológicos en el futuro del capitalismo son evaluados como una cuestión de arreglos de “problemas de información”: la mejora tecnológica provocará que los consumidores y productores tengan información perfecta uno sobre el otro, llegando así a un “capitalismo perfecto”, en donde la oferta sea igual a la demanda; la producción en serie se convertirá en producción personalizada “a la medida del cliente”, la tecnología, al igual que la electricidad y el agua corriente, se convertirá en un servicio público común y corriente y las empresas sabrán exactamente el impacto de sus productos y su publicidad (pp.334-336). ¿Miedo por lo totalitario que podría parecer el asunto? Si hay algo por lo que hay que preocuparse, dice Kaku, es de la “gente mala” que usa mal la tecnología y no de la creación de un Gran Hermano virtual, simplemente porque el internet, por ejemplo, no está restringido al uso militar y está abierto al público. Sin embargo, el peligro de lo totalitario no reside unicamente en el uso militar de los objetos, sino también en el totalitarismo del mercado que invadirá cada aspecto de la vida de la gente para “satisfacer mejor sus necesidades”2.

La democratización del mercado derivada de la transición al supuesto “capitalismo intelectual” llegará a todos los países, a través del mercado laboral. Sí, dice el autor, los trabajos más básicos han casi desaparecido de los países desarrollados desde que éstos se han enfocado en los servicios, pero esto ayudará a los países donde se exportan estos trabajos por el abaratamiento de su mano de obra:

Durante años, mucha gente ha perdido unas reglas de juego equitativas, sin favoritismos ni discriminación. Sin embargo, si los puestos de trabajo pueden exportarse pulsando un botón, las reglas de juego equitativo se extienden ahora a China e India. Los empleos de niveles básicos que actuaban como una cinta transportadora hacia la clase media pueden ahora exportarse a otros lugares” (p. 340).

Resulta curioso que en ningún momento se menciona el tipo de contradicciones a las que el proceso de mecanización tecnológica de la producción podría dar lugar. ¿Qué pasará con los obreros que realizan trabajos sencillos y que serán sustituidos? ¿Simplemente se volverán al “trabajo creativo” en un acto de compensación? ¿Qué tipo de procesos políticos y sociales podría generar este proceso? Además, se infiere que todos los países pueden dar el salto al “capitalismo intelectual” para desarrollarse, pero se olvida que el modo en el que los países se insertan a la economía mundial está condicionado por patrones de acumulación particular, como el neoliberalismo en la actualidad.

A través del razonamiento “científico exacto” de la sociedad, se niega toda historicidad de la economía. Ignorando la dinámica propia de países que se dedican a diversas funciones en una división internacional del trabajo, se pretende transmitir que la globalización democratiza la posibilidad del desarrollo a todos los países. Primero, se fortalece el capitalismo mercantil y después, se brinca al capitalismo intelectual. ¿Por qué no ha sucedido esto? Es culpa de los dirigentes nacionales corruptos de los países subdesarrollados, dice Kaku:

Lamentablemente, muchos países no están tomando este camino, sino que confían exclusivamente en el capitalismo de mercancías (…) Algunos de están gobernados por líderes incompetentes, se encuentran culturalmente fragmentados cultural y étnicamente hasta el punto de llegar a la disfunción, y no producen los bienes que el resto del mundo desea adquirir” (pp. 343-342).

En resumen, la fe religiosa que a menudo los científicos profesan a la tecnología, cuando es aplicada al campo social, es altamente peligrosa y más cuando se acompaña de la comprensión del capitalismo como pura oferta y demanda. Para evaluar los efectos de la tecnología en la economía no basta con las cuestiones de asignación y eficiencia; en tanto que la técnica es el medio por el cual el sujeto social interactúa con la naturaleza, es influida por la forma social que subordina a ésta.

En el capitalismo, la tecnología no obedece a la buena voluntad de simplificar la vida humana, sino a la valorización del capital y a la reproducción de éste en escala ampliada, es decir, a la obtención de ganancias. Las implicaciones de lo anterior en la calidad de la vida de la gente va más allá de la “explosión de la creatividad recompensada por el mercado”: la tecnología aplicada a la producción en masa de alimentos puede generar enfermedades, la alteración artificial del clima puede desencadenar consecuencias altamente destructivas para el planeta y el aumento de consumo objetos electrónicos puede significar un aumento de la basura producida.

Las contradicciones propias de ese modo de producción ponen en entredicho las supuestas bondades infinitas del mejoramiento técnico por y para sí mismo y, en un contexto de cambio climático y degradación cualitativa de los objetos producidos por el trabajo, hacen pertinente la historia crítica de la tecnología a la que Marx se refirió hace casi cien años, para responder a una pregunta que se refiere a la cuestión de fondo: ¿cuál es la finalidad de la tecnología? Preguntarse el ¿para qué? puede dar una nueva perspectiva al debate sobre la tecnología . Los efectos sociales de la ésta deben ser evaluados en su complejidad y deben rebasar el razonamiento lineal del “método científico” tradicional.

La posibilidad de que los seres humanos tomen bajo su control el destino de sus vidas y dejen de creer que el producto de su trabajo es una fuerza natural que los mueve según su propio razonamiento depende de un verdadero conocimiento científico de la realidad; aquel que toma en cuenta las causas y los efectos de la forma en la que la sociedad produce, distribuye y consume su riqueza sobre la vida misma, y no sobre el descenso de los precios y la reducción de los costos.

Los otros capítulos del libro no se mencionarán en este texto por referirse principalmente a cuestiones de carácter técnico en objetos y campos variados, aunque no son menos importantes.
2 Sin mencionar que el funcionamiento real de la economía dista mucho de ser algo parecido a dos funciones que coinciden en un punto de equilibrio en todos los mercados que se ajustan automáticamente, que es el punto de partida del razonamiento de Kaku.